Teatro Abierto
Con la dictadura militar de
mediados de los años ´70, soplaron aires
sombríos. Muchos actores y gente del oficio
se vieron obligados a emigrar, los
empresarios sólo llevaron a escena comedias
livianas y en los teatros oficiales se
impusieron “listas negras” que influyeron en
directores y productores.
La resistencia se recluyó en pequeños
teatros y fue el movimiento independiente el
que oxigenó el ambiente: autores como
Osvaldo Dragún, Roberto Cossa, Carlos
Somigliana (El Avión Negro, El
ex alumno) y Carlos Gorostiza, con el
apoyo de otros dramaturgos y actores,
crearon Teatro Abierto, inaugurado
el 28 de julio de 1981 en el Teatro del
Picadero. Desde la primera función la
convocatoria desbordó las 300 localidades
previstas en un horario insólito y a un
precio exiguo. Una semana después un comando
de la dictadura incendió la sala y esto
provocó la mayor solidaridad social. Casi
veinte dueños de salas, incluidas las más
comerciales, se ofrecieron para garantizar
la continuidad del ciclo y más de cien
pintores donaron sus obras para recuperar
las pérdidas. Teatro Abierto
continuó y cada función fue un acto
antifascista cuya repercusión estimuló a
otros artistas y así surgieron, a partir de
1982: Danza Abierta, Poesía
Abierta y Cine Abierto.
El Regreso a la
Democracia
El retorno democrático
permitió el surgimiento de nuevas búsquedas.
Un teatro trasgresor modificó la estética
escénica a partir de las experiencias del
Parakultural, que incorporó otros
lenguajes, en especial, el humor corrosivo y
crítico. Son figuras de este movimiento
La Organización Negra (antecedente de
De La Guarda), El Clú del Clawn,
Batato Barea, Alejandro Urdapilleta,
Humberto Tortonese y Alejandra Flechner, por
citar sólo algunos.
El fin de siglo heredó estas propuestas y
ofrece además un teatro basado en una mayor
destreza física del actor, al que acompañan
títeres y muñecos. El caso más emblemático
es el de El Periférico de Objetos.
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