La Organización Nacional y el
Fin de Siglo
En los años posteriores a Caseros,
las compañías europeas frecuentaron el país con un
repertorio prolijo y cuidado que abarcaba diversas
especies dramáticas y de la lírica, aunque con poco
espacio para los autores nacionales. Martín Coronado
(La Piedra del Escándalo; Parientes
Pobres) sólo era representado por elencos
españoles y Nicolás Granada (¡Al Campo!;
Atahualpa) hubo de traducir sus obras al
italiano para montarlas en escena. Faltaba pues, la
compañía nativa para la dramaturgia nacional. Y
llegó de la mano del circo criollo.
Éste, también introducido por compañías europeas,
gozaba de gran aceptación popular. El primer artista
nacional del género fue Sebastián Suárez, quien
levantó su carpa con bolsas de arpillera,
iluminándola con tela embebida en grasa combustible
de viejos envases. Se trató del Circo Flor
América, donde actuaba vestido de forma
estrafalaria y con el rostro pintado. Sin embargo,
la gran figura fundadora de la arena autóctona fue
José “Pepe” Podestá, creador del payaso Pepino
el 88, quien desarrolló y dirigió la puesta de
la pantomima basada en la novela Juan Moreira
de Eduardo Gutiérrez. Estrenada con parlamentos en
Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, en 1866, dio
nacimiento al verdadero circo criollo que comenzó a
recorrer los caminos del país. Con los años, Pepe se
quedó con el repertorio gauchesco (que incluía
lenguaje y ambientación rural combinados con danzas
folklóricas), variedad que se cerró en 1896 con
Calandria de Martiniano Leguizamón.
La inmigración, por su parte, había traído consigo
el auge del sainete español, origen del sainete
criollo, testigo de los conflictos urbanos que
planteaba la nueva realidad circundante:
conventillos, calles, cafés, se convirtieron en
centro de la escena. Autores como Nemesio Trejo (Los
Políticos), Carlos M. Pacheco (Los
Disfrazados) o Enrique García Velloso (Gabino
el Mayoral) dieron los primeros pasos en el
denominado “género chico”, que pasando por Alberto
Vacarezza (Los Escrushantes, El
Conventillo de la Paloma) concluirá bien
entrado el siglo XX en el grotesco de Armando
Discépolo (Mustafá, Muñeca,
Stéfano).
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